miércoles, 16 de noviembre de 2011


Roy Haynes y los que la noche del martes 15 de noviembre de 2011, en Madrid, tuvieron algo mejor que hacer que ir a escuchar a Roy Haynes


La cosa, que Roy Haynes tocó un martes frío y desapacible en Madrid, ante un auditorio muy principal. La cosa, que el aforo estaba apenas mediado y, de esos, cuántos habían pagado la entrada. La cosa, que el suceso que carece de ningún tipo de explicación racional.

El aficionado es así de imprevisible. ¡Estamos hablando de Roy Haynes, por dios santo!.Uno recuerda a Dexter Gordon y a Sun Ra con su corte saturnina –y a Fela Kuti, Ravi Shankar, Astor Piazzolla…- en situaciones parecidas. Por dónde, sus descendientes –los de Fela, Sun Ra…- llenan lo que se les ponga por delante. Curioso.

Uno piensa que escuchar a Roy Haynes es un deber de militancia. Que el viaje vale la pena aunque sólo fuera por verle sentarse a la batería a su particular modo. Cada golpe suyo –ese drive seco, brioso, ligero- es una “Historia del Jazz” en sí mismo. Produce escalofríos pensar que ese mismo golpe, lo han escuchado, y disfrutado, Thelonious Monk y Coltrane, Miles, Parker...

Seguramente, Roy Haynes es la definición más perfecta del swing entendido como la conjugación de dinámicas que impulsan la ejecución colectiva hasta el infinito, y más allá. Un trozo del pasado más remoto que se hace presente en un Nuevo Orden que se ha olvidado del necesario respeto a sus mayores. Una reliquia. Su música –la que interpretó en su concierto del martes- es la misma con la que uno creció y que muy poco tiene que ver con lo que hoy pasea los escenarios del jazz. Una combinación espontánea y sofisticada a un tiempo, de tradición y transgresión y la más alta poesía.

Roy Haynes, 86 años, ante un patio de butacas apenas mediado, y rodeado de sus pipiolos, la “Fountain of Youth Band”. Su energía y dedicación admirables nos hacen pensar menos en un veterano en el curso final de su ejercicio profesional que en el maletilla dando el do de pecho ante su alternativa.

A cosas como éstas solían llamarle “Jazz”.

Chema García Martínez

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